lunes, 20 de septiembre de 2010

Fahrenheit 451

—No —dijo la sobrina—, no hay para qué perdonar a ninguno, porque todos han sido los dañadores; mejor será arrojarlos por las ventanas al patio y hacer un rimero de ellos y pegarles fuego, y, si no, llevarlos al corral, y allí se hará la hoguera, y no ofenderá el humo” (“El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha” Miguel de Cervantes Saavedra).


Cuenta una leyenda que en el Concilio reunido en Nicea, en el Asia Menor, en el 325 d.C., se colocó encima de una mesa una manta y sobre ésta todos los textos evangélicos existentes. Seguidamente se tiró de la manta y las obras que la fortuna dejó encima de la mesa fueron declaradas sagradas y aquellos que la gravedad hizo caer al suelo fueron pasto de las llamas.

La combustión de libros como vía para eliminar el pensamiento es una costumbre tan ancestral (en la China del siglo III a.C. ya se practicaba) como poco efectiva. Lo único que ha conseguido es privar a las generaciones posteriores de alguna obra literaria irrepetible pero es iluso creer que los razonamientos que intenta erradicar no se le ocurrirán con posterioridad a otro autor. La Iglesia Católica optó durante siglos por la táctica de fomentar el analfabetismo. No era infrecuente encargar la copia de los libros a monjes ilustradores que no sabían leer ni escribir. Incluso estuvo prohibido traducir la Biblia a lenguas vulgares hasta el siglo XVIII y salvo quienes supiesen latín no podía acceder a su contenido a no ser que optasen por leer las traducciones que realizaron otras confesiones (una de las herejías de Lutero fue traducir la Biblia al alemán). La razón es tan simple como que poco tenía que ver la doctrina emanada desde Roma con unos textos bíblicos interpretados al pie de la letra. En su lugar se enseñaba el Catecismo y algo llamado Historia Sagrada (que curiosamente incluía algunos pasajes que no aparecen en la Biblia pero sí en los textos apócrifos desechados en Nicea). Eso sí, cuando interesaba se acudía a la interpretación estricta de la Biblia para fundamentar golpes de autoridad: la gran cuestión teológica por la cual Galileo Galilei fue obligado a retractarse de que la Tierra giraba en torno al Sol no era que la Tierra fuese el centro del Universo si no que éste permaneciese inmóvil respecto a ella dado que, según el Antiguo Testamento, Josué paró el Sol y para ello era preciso que se moviera (Jos. 10,12-13). En cualquier caso la Iglesia exigía el Nihil obstat [quominus imprimatur (no hay ninguna objeción para que pueda ser impreso)] a cualquier libro publicado allí donde mantenía el poder de hacer cumplir este precepto versase el escrito sobre cuestiones morales o no. El destino de las publicaciones que no llevasen dicho requisito puede el lector imaginar cual era.

No obstante, alimentar la hoguera con letra impresa no ha sido exclusivamente una cuestión teológica. Podemos encontrar a los nazis organizando piras de textos purgados por el régimen, destacando por su importancia la que se celebró en Berlín el 10 de mayo de 1.933 en la que en una sola noche se quemaron 20.000 escritos científicos, filosóficos y literarios de todo tipo cuyos autores fueron posteriormente asesinados, o en el mejor de los casos detenidos si no consiguieron escapar al exilio, dando comienzo a la decadencia de Alemania en el campo del pensamiento. En la soberbia de creerse al inicio del imperio definitivo, como si la historia no hubiese dado ya ejemplos suficientes de la mortalidad de tales empresas, Joseph Goebbels y los demás actores del aparato de propaganda de Hitler olvidaron el precedente del incendio de la Biblioteca de la Universidad de Lovaina en agosto de 1.914 a manos de las tropas alemanas que invadieron Bélgica y a consecuencia del cual ardieron 300.000 ejemplares incluyendo cerca de 1.000 manuscritos y en torno a 600 incunables, desastre cultural a partir del cual la clase intelectual que no estuviera ya comprometida por causas de nacionalidad en la Gran Guerra tuvo un motivo para no apoyar a los Imperios Centrales en el conflicto. Ataques de naturaleza semejantes se cometieron posteriormente en la llamada Revolución Cultural que comenzó en 1.966 en la República Popular China, así como en Chile y Argentina tras los respectivos golpes de estado de 1.973 y 1.976, por poner sólo unos ejemplos. Podría decirse que no hay régimen totalitario que no haya tenido su cuota de pirómanos.


Por cierto, la Biblioteca de la Universidad de Lovaina se reconstruyó con ayuda internacional y La Luftwaffe la bombardeó en mayo de 1.940 ardiendo en esta ocasión 400.000 ejemplares. Reconstruida de nuevo, sus más de 1.000.000 de ejemplares fueron repartidos a partes iguales en 1.970 cuando la Universidad de Lovaina se dividió en dos universidades, una flamenca y otra francófona: los estantes impares fueron a parar a una de ellas y los pares a la otra.

lunes, 6 de septiembre de 2010

La vida sigue igual...

Decía el poeta “Al andar se hace camino / y al volver la vista atrás / se ve la senda que nunca / se ha de volver a pisar”.


Ya tenemos asumido que la vida se rige por años académicos en vez de naturales como si el verano fuese una especie de borrón y cuenta nueva y septiembre fuese el nuevo altar del Sol. De las cenizas del verano resurge de nuevo la actualidad informativa que, salvo pinceladas exóticas, es muy previsible.

El curso político comienza, hablando de forma coloquial, con la fiesta minera de Rodiezmo porque nos gobierna un partido nominalmente de izquierda. Cuando gobernaba la derecha, o el “centro reformista” que nadie sabe muy bien qué significa, el pistoletazo de salida se daba cuando el presidente del Gobierno hacía una visita a Quintanilla de Onésimo Redondo (otro gran adalid del centrismo reformista). Unos dirán que la noticia es la ausencia del actual presidente del gobierno, temeroso tal vez de que le afeen los participantes su reciente reforma laboral. Otros dirán que el interés informativo ha sido la suerte de chiste sin gracia que espetó el líder de la oposición acerca de que él sí iría a dicho acto sindical. Y no faltará quien ponga el acento en la participación entre chascarrillos del ínclito Alfonso Guerra. Personalmente me quedo con algo que a la mayoría se le escapa: pasa el tiempo y cambian los secretarios generales del PSOE y de la UGT, los presidentes del Gobierno de España y los respectivos de Asturias y Castilla y León; pero allí les está esperando a todos como cada año José Ángel Fernández Villa, secretario general del SOMA-FIA-UGT lo que da un sentido cuando menos extraño a lo que se entiende por renovación de la izquierda.

Otra de las noticias cíclicas es el anuncio de tregua de ETA. Al menos esta vez no han patinado los políticos; salvando las no menos clásicas declaraciones extemporáneas de Mayor Oreja, aquél político mediocre que creyó que ser Ministro del Interior era el camino más corto para ser lendakari vasco. Casi da vergüenza comentar un comunicado que no dice nada nuevo y al que ni Aralar le ha dado trascendencia alguna. Al menos en eso vamos aprendiendo.

Lo que parece que va a dar más que hablar, al menos de momento, es el nuevo lío de la Federación Socialista Madrileña, aunque tampoco es novedad y es que lo de la FSM es el cuento de las mil y una noches. La pugna esta vez es entre Tomás Gómez, líder de la FSM que fue alcalde con mayor aceptación entre sus conciudadanos y Trinidad Jiménez, antigua candidata al Ayuntamiento de la capital. Ambos batallan para presentarse como cabeza de cartel en las próximas elecciones autonómicas. El primero tenía la difícil misión de pacificar una familia mal avenida que es lo que ha sido la FSM desde los tiempos de los acostistas-guerristas versus leguinistas-renovadores. En lugar de ello se ha dedicado a dos tareas: acallar la “disidencia” y hacer una oposición a Aguirre tan poco constructiva como la que ha hecho Rajoy a Zapatero con la diferencia que Aguirre maneja mejor la propaganda política que Zapatero y ha conseguido salir indemne, al menos aparentemente, de la crisis económica de su comunidad (no olvidemos que el INEM está transferido) y de la corrupción económica y moral de su partido. La otra candidata en liza no es tampoco alguien desconocida pues ya fue impuesta en su día como contrincante de Gallardón y fracasó, si bien no perdió en ningún momento los papeles como hizo Miguel Sebastián en uno de los actos más bochornosos que se recuerdan en la política democrática. Hablando mal y pronto “vaya dos patas pa’ un banco”. Y los aguirristas frotándose las manos y metiendo cizaña cuando, si tuvieran alguna medida de la decencia, deberían abstenerse de criticar el amago de democracia interna que son las primarias del PSOE porque en su casa no existe ni ese amago.

El exotismo lo ha puesto esta vez el profesor Neira. Alguna vez deberíamos aprender que ser víctima no cualifica. A una víctima hay que darle reparación y todo el apoyo que precise, pero ser víctima no es una virtud que ponga a alguien por encima del bien y del mal, ni justifica su pasado ni ha de consentírsele lo que haga en el futuro. Es una persona más que tiene sus aciertos y errores.


Por cierto, el poeta citado al inicio es Antonio Machado. Esperemos no tener que decir lo que comentó la víspera de salir al exilio: “Sería mejor que me quedara a morir en una cuneta”.