viernes, 15 de octubre de 2010

Los caballeros las prefieren rubias

Vida – / soy de tus dos direcciones / De algún modo permaneciendo colgada hacia abajo / casi siempre / pero fuerte como una telaraña al / Viento – existo más con la escarcha fría resplandeciente. / Pero mis rayos con abalorios son del color / que he visto en un cuadro –ah vida / te han engañado” (Marilyn Monroe).


He de confesar que he visto pocas películas de Marilyn Monroe y aún así siempre me fascinó el personaje que escondía a Norma Jeane Baker y que le convirtió en un mito sexual. Fascinación compartida con varias generaciones y que puede resumirse en el rostro anhelante de Tom Ewell en “La tentación vive arriba”. Es esta película la que vio nacer las dos imágenes arquetípicas con las que la actriz ha pasado a la posteridad: el vestido blanco con vuelo y la escena de dicho vestido levantándose. A decir verdad nunca me gustaron las imitaciones que se han efectuado de estos iconos. Las modelos, y no son pocas, que se han prestado a esas falsificaciones más que vestirse se disfrazan de Marilyn, y me recuerdan demasiado a los imitadores de Elvis que se ponen el traje de lentejuelas.

El icono, no obstante, ocultaba una persona muy alejada del cliché que ofrecía el rol que estaba obligada a representar. Nada ingenua era consciente que se había convertido en una mujer objeto. Incomprendida buscó su propio sitio hasta que el cansancio le hizo perder toda esperanza. Intelectualmente inquieta era una ávida lectora y, consciente de sus carencias formativas, asistía a clases nocturnas de literatura y arte en la Universidad en Los Ángeles siempre que tenía ocasión. Asimismo acostumbraba a escribir sus pensamientos en verso o prosa indistintamente. De estos escritos se deduce una personalidad bastante más compleja que la imagen que exponía al público y que era reflejo de su convulsa historia.

Norma Jeane nació en 1.926 en el seno de una familia desestructurada. Fue registrada con el apellido de su padrastro, Mortenson, debido a que su padre abandonó a su madre al quedarse embarazada. En la pila del bautismo le cambiaron el apellido por el de soltera de su progenitora, Gladys Baker, y a las pocas semanas fue dada en adopción a unos vecinos de su abuela porque su madre padecía problemas mentales. A los siete años Gladys reclamó a su hija y estuvieron conviviendo un año hasta que una esquizofrenia paranoide llevó a Gladys a ser hospitalizada y Norma Jeane retomó su peregrinaje por orfanatos y casas de adopción. La enfermedad de su madre marcó tanto a la joven que siempre tuvo miedo a seguir sus pasos.

Con 16 años se casó con Jim Dougherty, cinco años mayor que ella y de quien no estaba enamorada. Sin embargo asumió el papel de buena esposa que se esperaba en aquella época pues por fin había escapado del círculo orfanato-adopción. Cuando su esposo fue enviado a Australia después de su alistamiento a causa de la II Guerra Mundial, Norma Jeane fue a vivir con su familia política y empezó a trabajar en una fábrica de material bélico como otras tantas mujeres de su entorno. Allí fue descubierta por un fotógrafo que realizaba un reportaje acerca de las esposas de la retaguardia y empezó su carrera como modelo y posteriormente de actriz. Por consejo de su agente se cambió el nombre por el de Marilyn Monroe y convirtió su cabellera pelirroja en rubia.

Roto su matrimonio anterior porque su marido no aceptaba su nueva carrera y convertida ya en estrella de cine, se casó con el ídolo del deporte Joe DiMaggio, matrimonio que se rompió porque el conservador jugador de béisbol quería que su esposa jugase de nuevo el rol de mujer casada al uso. Su posterior matrimonio con el dramaturgo Arthur Miller duró algo más pero no corrió mejor suerte. En aquella época ya estaba vencida, se había hecho dependiente del alcohol y los fármacos y empezaron sus problemas con el trabajo. El triste final de su historia no hizo sino acrecentar el mito y sepultar la mujer que había debajo. Nadie sabe quien dijo la última palabra, Marilyn o Norma Jeane.


Por cierto, sobre uno de sus pintores favoritos, Francisco de Goya, Marilyn comentó: “tenemos los mismos sueños, llevo desde pequeña teniendo los mismos sueños”.